Poco más de un año de guerra y dos Pascuas vividas bajo asedio. Los fieles católicos de rito latino de Ucrania celebran la Resurrección del Señor esperando el renacimiento, el fin del miedo y de las lágrimas. Aunque las bombas no han dejado de caer, aunque el miedo a la muerte sigue acompañando el día a día de todos, se refuerza la esperanza de que pronto llegue el fin de la invasión rusa. “Este año es diferente”, confirma a Vatican News monseñor Oleksandr Yazlovetskiy, obispo auxiliar de la diócesis de Kyiv-Zhytomyr, que explica cómo son “los jóvenes los que nos empujan a alegrarnos y a creer en la paz”:
Excelencia, esta es ya la segunda Pascua que Ucrania vive en guerra. ¿Qué significado adquiere la festividad en este contexto?
Ciertamente, esta Pascua, aunque volvamos a vivir en guerra, es un poco diferente de la Pascua anterior, porque ahora tenemos esperanza y fe en que, con la ayuda de Dios, el conflicto puede terminar. Recuerdo que el año pasado celebramos, aunque con la alegría de la Resurrección de Cristo, también con mucha tristeza, porque no sabíamos qué pasaría en nuestro país, nos preguntábamos cómo seguir, si todavía podríamos existir como pueblo. Sentíamos un gran temor. Ahora es un poco diferente. Creo que la mayoría de los ucranianos, creyentes y no creyentes, sienten que con la ayuda de Dios esta guerra terminará. Y por eso la Pascua también es un poco diferente este año: la alegría es más fuerte, porque la alegría depende en primer lugar de la Resurrección de Cristo, pero también de las circunstancias que nos ayudan a sentirla mejor.
Las primeras palabras que Jesús dirigió a sus discípulos después de la Resurrección fueron “La paz esté con vosotros”. En su opinión, ¿qué significado tendrían si Cristo las pronunciara ahora en Ucrania?
Sabemos que cuando uno es joven no aprecia tanto la salud, porque la posee, y también sabemos que cuando ese joven se hace viejo se da cuenta de que la salud era una hermosa gracia y se arrepiente de no haberla apreciado lo suficiente. Lo mismo ocurre con la paz. Creo que para todos los pueblos, no sólo para Ucrania, porque hay varios países que sufren como nosotros, esta palabra tiene un gran valor. Para nosotros no sólo significa la ausencia de guerra, porque nos hemos dado cuenta de que incluso sin disparos, incluso sin guerra real, no es que hayamos tenido paz antes. Por supuesto, para nosotros los cristianos la paz sería tener a Cristo como Rey, pero para conseguirlo todavía tenemos que rezar.
¿Qué puede decir de los jóvenes de Ucrania? ¿Cuál es la fuente de esperanza para los jóvenes?
Sabemos que los mayores suelen ser más sosegados porque tienen cierta experiencia, han vivido los buenos y los malos momentos. Y cuando se habla de victoria, de paz, rezan y permanecen en silencio, esperan, pero guardan silencio. Los jóvenes, en cambio, nos instan a alegrarnos, pero también a creer en esta paz, basta encontrarlos aquí en Kyiv, basta hablar con ellos y nos dan esperanza, con sonrisas y palabras de consuelo, unos a otros. Cuando nos saludan, nos dicen: ” ¡venceremos!”, ” ¡te deseo la paz!”, ” esperamos vernos cuando acabe la guerra”. Así que nuestros jóvenes son realmente una fuente de consuelo para nosotros, de ayuda, porque creen en la paz. Me gustaría decir que nuestros jóvenes también esperan con impaciencia la visita del Papa Francisco, todos rezamos por su salud, rezamos por él y esperamos verle aquí algún día con gran alegría.
¿En qué ha cambiado su servicio como obispo durante este año? ¿Qué ha aprendido durante este tiempo?
Aprendí muchas cosas. Por ejemplo, aprendí a encender y apagar un generador, o lo que significa tener un banco de energía, no el pequeño para el móvil, sino uno grande, capaz de garantizar un día de electricidad en un piso. Bromas aparte, este periodo fue difícil para todos pero, con la ayuda de Dios, aprendimos muchas cosas. También me ayudó personalmente que, desde el pasado diciembre, soy presidente de ‘Caritas-Spes Ucrania’. Aquí tenemos dos Cáritas: “Cáritas Ucrania”, de la Iglesia greco-católica, y “Cáritas-Spes Ucrania”, de la Iglesia católica romana, que llevan a cabo tantos proyectos. Y aquí estoy aprendiendo a hacer obras de misericordia hacia los necesitados. El Papa Francisco habla mucho de la plaga del clericalismo, creo que, ciertamente, en todas las Iglesias existen estos focos de clericalismo, más grandes o más pequeños, y nosotros tampoco estamos libres de esto, pero con la guerra muchos de nuestros sacerdotes, y yo también, hemos aprendido a estar cerca de la gente, a salir, a estar con ellos, a pedir organizar algo junto con ellos, con los feligreses, porque el sacerdote no puede hacer nada solo. Por eso, para muchos de nuestros sacerdotes, e incluso obispos, es como si hubieran recuperado el aliento. Sentimos una gran solidaridad, se hacen muchos proyectos, muchos bienhechores llaman del extranjero porque quieren ayudar o porque vienen a conocernos. También hemos aprendido a experimentar, a aceptar la misericordia de los demás, porque esto también hay que aprenderlo. Recuerdo que una vez, cuando todavía era seminarista en Polonia, me enviaron a recoger las ofrendas durante la misa, me dio tanta vergüenza que me puse rojo. Me sentí humillado, aunque no pedía limosna para mí, sino para la Iglesia, para la parroquia. Por eso, también hay que aprender a recibir ayuda. Hemos sido humillados por esta guerra, pero hemos experimentado una gran misericordia. Al mismo tiempo, también hemos aprendido a hacer obras de misericordia por los demás. La guerra te ayuda a ser un gran pecador o un gran santo. Son dos extremos, sólo hay dos posibilidades.
Lo que cuenta, creo, también puede verse como un gran signo de esperanza….
Por supuesto, estamos aprendiendo muchas cosas: estamos aprendiendo a ser cristianos incluso sin llamarnos cristianos. En la guerra, si quieres ser una buena persona, si quieres ayudar a los demás, ser solidario con los demás, y si quieres trabajar para conseguir esta paz, tienes que comportarte como un cristiano, porque si no, ¿adónde vamos?
Tras la resurrección, Jesús se aparece a sus discípulos con las llagas. ¿Qué nos enseña esto en el contexto de la guerra?
Mirando las llagas de Cristo y su cuerpo el Viernes Santo, sentimos una gran compasión. Normalmente es Dios quien siente compasión hacia nosotros, ese día somos nosotros quienes la sentimos hacia Dios, que pagó un gran precio para salvarnos. Los ucranianos también podemos ver estas heridas de Cristo en nuestro país, sabemos que Cristo se identifica con la gente que sufre, y llevamos todo un año con estas heridas abiertas. Doy las gracias a todos los que son sensibles al sufrimiento de Cristo, cuando miran a la cruz estos días o a lo largo del año, y comprenden que Cristo está presente en las personas que sufren, en los pueblos que sufren, y no hablo sólo de los ucranianos. Veo a tantos que quieren llevar ayuda, que quieren apoyarnos con la oración, con palabras de consuelo. Y sentimos esta compasión hacia nosotros y estamos muy agradecidos a todos los que ven a Cristo sufriendo también en nuestro país, que ven estas heridas en nuestras ciudades y pueblos destruidos, en tantas personas y en tantos soldados que han muerto.