La pobreza es la madre de todas las explotaciones. La miseria que acompaña a la ausencia de protección de los derechos elementales es el abismo que engulle a millones de personas cada año, empezando por los que no pueden defenderse, niñas y niños, y que se encuentran “arando los campos, trabajando en las minas, recorriendo grandes distancias para sacar agua y realizando trabajos que les impiden asistir a la escuela, por no hablar del delito de prostitución infantil”. Es el mismo Papa quien, en un mensaje a la Organización Mundial del Trabajo (OIT), enumera los dramáticos estragos que suponen, escribe, “millones de niñas y niños” condenados “a una vida de empobrecimiento económico y cultural”.
Erradicar las causas
El Papa dirigió sus palabras a los participantes en la Quinta Conferencia Mundial sobre la Erradicación del Trabajo Infantil, que comenzó el pasado domingo en Durban (Sudáfrica) y se prolongará hasta el próximo viernes. La lectura del mensaje a la audiencia la hizo ayer el nuncio apostólico en el país, el arzobispo Peter Bryan Wells, quien dio voz a la preocupación de Francisco por una “tragedia” agravada en los últimos años, escribió, “por el impacto de la crisis sanitaria mundial y la extensión de la pobreza extrema en muchas partes de nuestro mundo”. Por esas “demasiadas pequeñas manos” obligadas a hacer lo que ningún niño debería hacer, el Papa pide a los “organismos internacionales y nacionales competentes” un “mayor compromiso” para desentrañar “las causas estructurales de la pobreza mundial y la escandalosa desigualdad que sigue existiendo entre los miembros de la familia humana”.
“De manera decidida”
A partir de la explotación laboral, que no pocas veces lleva a las peores formas de abuso de otro tipo, hay millones, dice, de niños privados de “la alegría de su juventud y de la dignidad que Dios les ha dado”. Por lo tanto, insiste enérgicamente, la Conferencia de la OIT tiene la tarea de difundir “una mayor conciencia” sobre el tema para “encontrar formas apropiadas y eficaces de proteger la dignidad y los derechos de los niños, especialmente mediante la promoción de sistemas de protección social y el acceso a la educación para todos”. La Santa Sede y la Iglesia en su conjunto, recuerda Francisco, trabajan también para combatir el fenómeno “de manera decidida, conjunta y decisiva” ya que, repite, la “medida” con la que se respeta la “dignidad humana innata” y los derechos fundamentales de los más pequeños “expresa qué tipo de adultos somos y queremos ser, y qué tipo de sociedad queremos construir”.