Sólo Dios es el Señor

“Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto” (Mt 4, 1). Los cuarenta días y cuarenta noches de Jesús en el desierto, llama a participar en un camino que ya hemos comenzado con la Cuaresma. Y como muestra el Evangelio, también debemos superar las tentaciones que impiden llegar a la meta, y celebrar la pascua con el Resucitado.

El Evangelio (Mt 4, 1-11) del primer Domingo de Cuaresma narra como Jesús, luego del tiempo de ayuno, vivió una de las experiencias humanas que afecta a tantas personas en el mundo: el “hambre”, y como necesidad misma, el demonio quería aprovechar para tentar al Hijo del Dios, pero no solo con el alimento, sino también con el poder, y la idolatraría.

Ciertamente, el pasaje bíblico nos muestra que Jesús pudo someter al demonio, respondiendo con la misma Palabra de Dios. Pero ese mismo tentador continúa seduciendo hoy a muchos hombres y mujeres aprovechándose de las necesidades de pobreza, para ofrecerles un efímero alimento a cambio de implantar ideologías, limitar libertades, y coartar las necesidades básicas de las personas. También son tentados con un poder finito, quienes creen que la guerra, los conflictos y la violencia les proporciona más autoridad sobre el mundo. De igual manera, todos somos tentados cotidianamente con la idea de postrarse ante los falsos ídolos mundanos que prenden sustituir a Dios.

Al comienzo de este tiempo litúrgico, el Papa Francisco en la misa del miércoles de ceniza nos recordaba que: “La Cuaresma es por tanto el tiempo para que recordemos quién es el Creador y quién la criatura; para proclamar que sólo Dios es el Señor; para desnudarnos de la pretensión de bastarnos a nosotros mismos y del afán de ponernos en el centro”.

Para que también superemos estas tentaciones, debemos responder al demonio con las mismas Palabras de Jesús utilizó a cada provocación: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”, “No tentarás al Señor, tu Dios”, y “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.

En el camino cuaresmal, como en toda la vida cristiana, inevitable serán las tentaciones, pero las Palabras de Jesús que llevemos en el corazón, proclamemos con nuestra boca, testimonios en la vida, serán la fuerza para llegar a la meta sabiendo que “sólo Dios es el Señor”.  

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