“Quiero ser santo”: La historia del niño ciego que canta a la Virgen

Cuando Lucina contrajo matrimonio con Joel en la ciudad de Toluca, hace 22 años, su mayor ilusión era tener un hijo. Sin embargo, dos años más tarde, el médico les dio una noticia realmente triste: ella era estéril y jamás podría ser mamá.



Recuerda Lucina que cumplidos 11 años de matrimonio, se hincó y le dijo a Dios: “Señor, si tú crees que yo podría ser una buena mamá, y mi esposo un buen papá, dame un hijo, al mejor que tengas allá arriba, a ese dámelo por favor”.

A los tres meses de que hiciera a Dios esa súplica, quedó embarazada, y tres meses más tarde lo constató. Pasaron nuevamente tres meses, cuando se le presentó una eclampsia y el bebé tuvo que nacer.

Joel hijo nació de 6 meses, pesando sólo 900 gramos, y desde ahí iniciaron sus complicaciones de salud. Cuando el pequeño cumplió dos meses de edad, le dieron a Lucina una noticia difícil de asimilar: su bebé era ciego.

Hoy Joel es parte del grupo de monaguillos de la Parroquia San Pedro Apóstol (Cuajimalpa).

De camino a casa, bajó llorando del camión en el que iba para entrar a la Catedral de Toluca. Ahí se hincó nuevamente ante Dios: “Señor -le dijo esta vez-, mi niño es tuyo, yo lo entrego a tus cuidados; déjamelo, te lo ruego. Pero si me lo quitas, dame fuerza porque mis brazos se van a quedar vacíos”.

Desde ese día el pequeño comenzó a subir de peso, de tal manera que al mes pesaba 1 kilo con 500 gramos. Lucina comprendió que Dios quería dejárselo.
“Mami, yo quiero ser santo”

Hace tres años, la familia se trasladó a la Ciudad de México, y desde hace un año son habitantes de Cuajimalpa. Primero en Toluca y después en la capital, la familia ha vivido un sinfín de dificultades.

“Perdimos todo para poder sacar adelante a Joel de sus enfermedades -refiere Lucina-: vendimos el carro, después la casa, luego los muebles; posteriormente fuimos vendiendo la herramienta e incluso trastes. Nos quedamos sin nada”.

Sin embargo, Lucina asegura haber hecho el mejor canje de su vida: “Entregué hasta el último bien material que tenía; pero me quedé con mi hijo y ahora lo disfruto como nadie tiene idea, todo el día y todos los días”.

Entre las cosas más significativas que le han pasado Lucina, cuenta una que le ocurrió cuando Joel tenía 3 años. “Estaba empezando a hablar bien, y en esa ocasión me dijo con toda claridad: ‘Mami, yo quiero ser santo’”.

Lucina no supo qué pensar, sólo sintió el peso de una misión para la cual no se sentía preparada, así que también se dirigió al pequeño Joel. “Pues pídele a Dios que te ilumine el camino, y que a mí me dé fuerzas para guiarte”.

Joel desde hace poco cuenta con una hermosa amistad, William, un niño de su edad que es feliz acompañándolo. Lo conoció en la Parroquia San Pedro Apóstol gracias a Dios, pero también al canto.
El niño invidente que le canta a la Virgen.

Recuerda Lucina que cumplidos 11 años de matrimonio, se hincó y le dijo a Dios: “Señor, si tú crees que yo podría ser una buena mamá, y mi esposo un buen papá, dame un hijo, al mejor que tengas allá arriba, a ese dámelo por favor”.

A los tres meses de que hiciera a Dios esa súplica, quedó embarazada, y tres meses más tarde lo constató. Pasaron nuevamente tres meses, cuando se le presentó una eclampsia y el bebé tuvo que nacer.

Joel hijo nació de 6 meses, pesando sólo 900 gramos, y desde ahí iniciaron sus complicaciones de salud. Cuando el pequeño cumplió dos meses de edad, le dieron a Lucina una noticia difícil de asimilar: su bebé era ciego.
El niño ciego que le canta a la Virgen “María mírame”.

Hoy Joel es parte del grupo de monaguillos de la Parroquia San Pedro Apóstol (Cuajimalpa). Foto: Ricardo Cervantes.

De camino a casa, bajó llorando del camión en el que iba para entrar a la Catedral de Toluca. Ahí se hincó nuevamente ante Dios: “Señor -le dijo esta vez-, mi niño es tuyo, yo lo entrego a tus cuidados; déjamelo, te lo ruego. Pero si me lo quitas, dame fuerza porque mis brazos se van a quedar vacíos”.

Desde ese día el pequeño comenzó a subir de peso, de tal manera que al mes pesaba 1 kilo con 500 gramos. Lucina comprendió que Dios quería dejárselo.
“Mami, yo quiero ser santo”

Hace tres años, la familia se trasladó a la Ciudad de México, y desde hace un año son habitantes de Cuajimalpa. Primero en Toluca y después en la capital, la familia ha vivido un sinfín de dificultades.

“Perdimos todo para poder sacar adelante a Joel de sus enfermedades -refiere Lucina-: vendimos el carro, después la casa, luego los muebles; posteriormente fuimos vendiendo la herramienta e incluso trastes. Nos quedamos sin nada”.

Sin embargo, Lucina asegura haber hecho el mejor canje de su vida: “Entregué hasta el último bien material que tenía; pero me quedé con mi hijo y ahora lo disfruto como nadie tiene idea, todo el día y todos los días”.

Entre las cosas más significativas que le han pasado Lucina, cuenta una que le ocurrió cuando Joel tenía 3 años. “Estaba empezando a hablar bien, y en esa ocasión me dijo con toda claridad: ‘Mami, yo quiero ser santo’”.

Lucina no supo qué pensar, sólo sintió el peso de una misión para la cual no se sentía preparada, así que también se dirigió al pequeño Joel. “Pues pídele a Dios que te ilumine el camino, y que a mí me dé fuerzas para guiarte”.

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William, un ‘ángel’ lazarillo

Joel desde hace poco cuenta con una hermosa amistad, William, un niño de su edad que es feliz acompañándolo. Lo conoció en la Parroquia San Pedro Apóstol gracias a Dios, pero también al canto.
El niño invidente que le canta a la Virgen.

William y Joel, del grupo de monaguillos de la Parroquia San Pedro Apóstol (Cuajimalpa). Foto: Ricardo Cervantes.

“A Joel le gusta mucho cantar a Dios y a la Virgen -cuenta Lucina-. Yo le enseño los cantos, papá le hace la música con la guitarra y él los canta. Los tres solíamos esperar a que la iglesia quedara vacía para ponernos a cantar”.

Así, un día en que la familia esperaba afuera de la iglesia, salió el sacerdote y le dijo: “Joel, ya vente como monaguillo”. Inmediatamente Joel se levantó, fue hacia el grupo de monaguillos, se les unió, y ahí fue donde él y William se conocieron.

Hoy pasan el tiempo jugando en el atrio de la parroquia, ríen, saltan y hasta corren con las debidas precauciones. “La amistad de William ha sido algo maravillosa en la vida de Joel, jamás había escuchado a mi niño reír tanto con un amigo”.

En días recientes, William entregó a Lucina una hermosa carta en relieve para Joel, en la que dibujó los “popoids” con los que se ponen a jugar, y escribió lo siguiente: “Joel, te extraño, quiero verte al menos por un ratito!”.
Esto te pido, Señor…

Lucina se considera una mujer “muy feliz y dichosa”; sin embargo, no deja de reconocer que ha habido dolor en estos 11 años, en los que siempre ha buscado la ayuda de Dios.

“Señor, te pido que, como el mejor relojero, ahí cuando tengas un tiempecito, ve arreglando los ojos de mi hijo poco a poquito, que tu gloria se manifieste en él. Pero si esa no es tu voluntad, sólo te ruego que no me quites la vida ahorita, sino cuando Joel sea un hombre realizado, bueno y fuerte”.

Lucina señala que no tiene absolutamente nada que reclamarle a Dios: “Yo le pedí el mejor hijo, y eso fue lo que me entregó: al mejor”.

William y Joel, del grupo de monaguillos de la Parroquia San Pedro Apóstol (Cuajimalpa). Foto: Ricardo Cervantes.

“A Joel le gusta mucho cantar a Dios y a la Virgen -cuenta Lucina-. Yo le enseño los cantos, papá le hace la música con la guitarra y él los canta. Los tres solíamos esperar a que la iglesia quedara vacía para ponernos a cantar”.

Así, un día en que la familia esperaba afuera de la iglesia, salió el sacerdote y le dijo: “Joel, ya vente como monaguillo”. Inmediatamente Joel se levantó, fue hacia el grupo de monaguillos, se les unió, y ahí fue donde él y William se conocieron.

Hoy pasan el tiempo jugando en el atrio de la parroquia, ríen, saltan y hasta corren con las debidas precauciones. “La amistad de William ha sido algo maravillosa en la vida de Joel, jamás había escuchado a mi niño reír tanto con un amigo”.

En días recientes, William entregó a Lucina una hermosa carta en relieve para Joel, en la que dibujó los “popoids” con los que se ponen a jugar, y escribió lo siguiente: “Joel, te extraño, quiero verte al menos por un ratito!”.
Esto te pido, Señor…

Lucina se considera una mujer “muy feliz y dichosa”; sin embargo, no deja de reconocer que ha habido dolor en estos 11 años, en los que siempre ha buscado la ayuda de Dios.

“Señor, te pido que, como el mejor relojero, ahí cuando tengas un tiempecito, ve arreglando los ojos de mi hijo poco a poquito, que tu gloria se manifieste en él. Pero si esa no es tu voluntad, sólo te ruego que no me quites la vida ahorita, sino cuando Joel sea un hombre realizado, bueno y fuerte”.

Lucina señala que no tiene absolutamente nada que reclamarle a Dios: “Yo le pedí el mejor hijo, y eso fue lo que me entregó: al mejor”.

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