¿Quién fue san Valentín? De este santo martirizado hacia el 273 se dice que era Obispo de Temi desde hacía más de 50 años y gozaba de fama de taumaturgo. Su fiesta litúrgica es cada 14 de febrero.
Cierto día, llegó a casa de este sacerdote un tal Cratón, filósofo romano, que iba a suplicarle que fuera a la cabecera de su hijo moribundo. “Iré –dijo el anciano– con la condición de que prometas que tú y los tuyos se harán amigos de Cristo, si lo curo”. Cratón lo prometió y Valentín sanó al enfermo, así que toda la familia del filósofo se convirtió. (Del libro Flor de los Santos)
Se le considera patrono de los enamorados porque se dice que casaba en secreto a las parejas.
Por el año 270 antes de Cristo, el emperador Claudio II prohibió casarse a los jóvenes soldados, pues consideraba que al ser solteros y sin hijos tendrían un mejor desempeño.
Valentín, sacerdote católico se oponía a esto y en secreto comenzó a casar a las parejas.
Al llegar esto a oídos del emperador lo mandó llamar. Valentín le habló de su fe, sin embargo, no logró disuadirlo y fue ejecutado.
Amor y amistad en el día de san Valentín
¿Pero por qué en el día de san Valentín se celebra el día de la amistad? Esto es meramente circunstancial.
Febrero es el tiempo en que el invierno va cediendo lugar a la primavera, y es el tiempo en que los animalitos del campo buscan pareja en ese interminable ciclo de la vida. Ese himno gozoso de la naturaleza que renace y da vida, recuerda a los humanos que también ellos están llamados a crecer y multiplicarse, así que, desde el paganismo, se celebraba en estos días la fiesta del noviazgo.
Encontramos, pues, en esta fiesta de san Valentín, otra de esas muchas celebraciones paganas que fueron “bautizadas” e incorporadas a la práctica cristiana.
Aprovechemos la ocasión
Cualquier ocasión es buena para celebrar y festejar el amor. Siempre es bueno decirle a alguien “te considero mi amigo y te quiero”. Sobre todo en estos tiempos en los que nos sentimos perdidos en el anonimato.
Saber brindar nuestra amistad:
Necesitamos amigos. No sólo por interés, porque de ellos sacaremos bienes, sino porque nuestro ser mismo, nuestra naturaleza, nos exige amar. Un amigo es aquél a quien queremos. Dice una canción: “Amar es entregarse, olvidándose de sí, haciendo lo que al otro pueda hacer feliz”, y esa es la verdadera amistad cuyo modelo es Jesús mismo.
Necesitamos amar con generosidad y entrega porque así nos lo dicta nuestra fe en Cristo; es el signo de ser sus discípulos. La amistad sincera llena y da sentido a nuestra vida.
Saber recibir la amistad brindada:
Es muy cómodo vivir aislado. Se llama “egoísmo”. Si no amamos, no nos preocupamos. Aunque la soledad, a la larga, duele más que la amistad. Hacemos nuestra selección de amigos siguiendo nuestras estrictas normas formuladas según nuestros intereses. Según nosotros, descartamos a los feos, a los pobres, a los tontos, a aquellos de quienes, así pensamos, no sacaremos ningún beneficio, y cortamos a los que nos son incómodos.
Algunas personas nos quieren brindar su amistad, y no la aceptamos. Construimos una barrera a nuestro alrededor. “La amistad viene de Dios”, es un regalo de Él, y jamás debemos despreciar la ofrenda de amistad hecha con generosidad y con sinceridad. Los amigos son un tesoro que nos enriquece.
Saber llevar nuestra amistad hacia Dios:
“La amistad viene de Dios, y a Dios debe volver”, nos dice esa canción que estamos citando. El cristiano encausa su amistad a Dios y convierte el simple cariño en algo inmensamente más grande que se llama caridad.
Caridad es saber amar como Jesús nos ama, y es una virtud que debemos cultivar. Seremos amigos, como Jesús, cuando seamos capaces de dar nuestra vida por el amigo. Vivir para el amigo. Dios nos juzgará por nuestra capacidad de ser amigos.