Los santos no son personas que en su vida fueron perfectas, siempre lineales, precisas o “almidonadas”, tal como nos lo revela el Evangelio, dijo el Papa a la hora del Ángelus del Día de Todos los Santos.
Y explicó que las páginas que Mateo dedica a las Bienaventuranzas – que pueden considerarse el carné de identidad de los santos – “¡hablan de una vida a contracorriente y revolucionaria!”.
El Papa dijo que Jesús “no llama bienaventurados a aquellos que están en paz, sino a aquellos que hacen la paz, los constructores, los que trabajan por la paz”. Y añadió que “de hecho, la paz hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia”. Es un concepto de paz diferente al que solemos pensar: querer “estar en paz, que te dejen en paz, no tener problemas sino tranquilidad”.
“A nosotros nos gustaría que la paz lloviera de lo alto, y en cambio, la Biblia habla de la ‘semilla de paz’ (Zc 8,12), porque germina del terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de justicia y de misericordia. Como nos muestran los testimonios luminosos que festejamos hoy”
Desarmar el corazón para hacer crecer la semilla de la paz
Y si “se nos hace creer que la paz viene por la fuerza y el poder – prosiguió el Papa – para Jesús es lo contrario”, de hecho “su vida y la de los santos” nos muestran “que la semilla de la paz, para crecer y dar fruto, debe morir primero”.
“La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada”
En su diálogo ideal con los presentes en la Plaza de San Pedro el Obispo de Roma preguntó:
“¿Cómo convertirse, entonces, en alguien que trabaja por la paz?”
Hacer espacio para Jesús
“Ante todo – dijo – es necesario desarmar el corazón. Sí, porque estamos todos equipados con pensamientos agresivos y palabras cortantes y pensamos en defendernos con el alambre de espino de la queja y con los muros de cemento de la indiferencia. La semilla de la paz pide que se desmilitarice el campo del corazón”.
“¿Cómo? Abriéndose a Jesús, que es ‘nuestra paz’ (Ef 2, 14); estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de Él, en la Confesión, ‘el perdón y la paz’. De aquí se empieza, porque ser operadores de paz, ser santos, no es una capacidad nuestra, es un don suyo, es una gracia”
¿Somos constructores de paz?
“Hermanos y hermanas – añadió el Papa – mirémonos dentro y preguntémonos: ¿Somos constructores de paz? ¿Allí donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chácharas que envenenan, polémicas?
O ¿abrimos la vía de la paz: perdonamos a quien nos ha ofendido, nos ocupamos de los que se encuentran en los márgenes, reparamos alguna injusticia ayudando a quien menos tiene?
“Esto es construir la paz. Perdonar, cuidar a los más pequeños, curar las injusticias”
Jesús nos da la respuesta
Puede surgir una última pregunta dijo el Papa Francisco a los fieles y peregrinos: “¿Conviene vivir así? ¿No es perdedor?”.
“Es Jesús quien nos da la respuesta: los que trabajan por la paz ‘serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5,9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y del predominio, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, los más parecidos a Él”
“Pero, en realidad – concluyó – también aquí, el que prevarica se queda con las manos vacías, mientras el que ama a todos y no hiere a nadie gana: como dice el Salmo, ‘el pacífico tendrá porvenir’ (cf. Sal 37, 37)”.
Con la ayuda a la Reina de todos los santos
Antes de rezar a la Madre de Dios el Pontífice formuló votos para que “la Virgen María, Reina de todos los santos, nos ayude a ser constructores de paz en la vida de cada día”.