El 19 de marzo de 1921, los obispos de la República Mexicana emitieron una Carta Pastoral relacionada con el monumento nacional al Sagrado Corazón en Jesús en la Montaña de Cristo Rey, que se llamaba Cubilete, que incluía datos históricos proporcionados por el obispo de León Dr. Emérito Valverde y Téllez.
El documento señala que hay pueblos privilegiados por Dios, como el hebrero, y dijo que México es “una de esas naciones benditas” y puso como ejemplo la tilma de San Juan Diego.
Luego citó que, en 1913, “en medio de los terribles males que amenazaban a nuestra patria, germinó en muchos corazones el feliz pensamiento de proclamar el reinado del Sagrado Corazón de Jesús en México y por eso se pidió a la Santa Sede facultad de coronar las imágenes del mismo Corazón Deífico, en señal de sumisión y humilde vasallaje a la innata realeza de Cristo Redentor”.
El 6 de enero de 1914, se pusieron a los pies de las veneradas imágenes –como la Sede Apostólica lo había recomendado- el cetro y la corona en medio de un coro que entonaba tu reinarás.” El 11 de enero, se hicieron manifestaciones callejeras de piedad en muchas ciudades “como no se habían visto jamás” a causa de las prohibiciones de las leyes sobre culto público.
“En noviembre de 1919, estando el obispo de León practicando la visita pastoral en la parroquia de Silao, manifestó deseos de celebrar alguna vez la santa misa en aquella cumbre.” Dios facilitó el camino ya que “asistiendo el dueño de unos baños termales próximos a la montaña, con su carácter de Secretario, a la Junta de la mesa directiva de la Adoración Nocturna de Silao… se acordó celebrar la poética fiesta de las espigas, propia de la Adoración Nocturna, en el pico del Cubilete e invitaron al Obispo a celebrar misa” y allí fue donde surgió una nueva idea: “levantar en lo más alto del cerro un monumento al Sagrado Corazón de Jesús”.
El 12 de marzo de 1920, el obispo de León y su comitiva salieron de madrugada en automóvil y llegaron hasta el rancho “Aguas Buenas” y de allí continuaron su camino a caballo y a pie. La misa comenzó antes de las 10:00 de la mañana y después, bendijo y colocó la primera piedra, dejando como testimonio un frasco de vidrio que contenía el acta de aquel significativo suceso y varias medallas y monedas que donaron los propios fieles.
Las crónicas refieren que la ACJM se movilizó para recaudar fondos, así como “el empeño” de algunos sacerdotes, como el Pbro. Miguel Darío Miranda y José Manríquez Zárate. También citan que todos los materiales tuvieron que ser llevados hasta la cima. “Sólo de agua se gastaron como $500.00.”
Aunque en Silao no había escultores, los artesanos improvisaron. “El Monumento de cal y canto, con cuatro altares en la base… sobre esta base descansa una pirámide octagonal truncada… y sobre esta se yergue la Sagrada Imagen de Jesucristo. El conjunto mide 9 metros de altura: 6 del pedestal y 3 metros de la estatua.”
Después de un mes de trabajos, el 9 de abril comenzaron a llegar en tren de todas partes del país los primeros invitados para la ceremonia de bendición del monumento.
El 10 de abril, fue llevado al monte el Santísimo Sacramento, por Fray Eleuterio de María Santísima Ferrer, Vicario provisional de los Carmelitas y capellán de la Iglesia del Perdón, siguiendo las veredas por unos 10 kilómetros, y acompañado de unas 20 mil personas. La misa la celebró a las 12:00 de la noche, y a la mañana siguiente, el obispo de León bautizó a la montaña con el nombre de Cristo Rey, y bendijo con la custodia a toda la República Mexicana, “desde los cuatro altares fijos al pie del monumento”, elevado a unos 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar y 800 de la ciudad de Silao.
Las crónicas refieren que el obispo de León “bendijo la montaña para que desde ese momento fuera considerada como un lugar santo, a donde, en lo sucesivo, acudirían las generaciones a tributar homenaje de reconocimiento y de adoración a Jesucristo Redentor y rey del Mundo.”
El Obispo de León narra que el 15 de abril, salieron los obispos con dirección a Roma para asistir a la Visita Ad Limina Apostolorum y que en la primera audiencia con el Papa Benedicto XV, “le narramos en breves palabras la solemne entronización del Sagrado Corazón de Jesús en la Montaña de Cristo Rey”… “a petición nuestra, el Papa concedió benignamente, por siete años, mediante un decreto, indulgencias fechadas el 10 de julio, aún para quienes hicieran una jaculatoria al ver de lejos el monumento.
Tras estos acontecimientos, la Adoración Nocturna Mexicana pidió a los obispos, reunidos en México con motivo de las Bodas de Plata de la Coronación de la Virgen de Guadalupe, que se sirvieran declararlo monumento nacional, que se construyera otro monumento más digno y que nombraran a una comisión para tal fin y que terminada la obra, acudieran todos los obispos de la nación a la dedicación de este segundo monumento.
Los prelados aceptaron las peticiones y dispusieron que se expidiera una Carta Pastoral Colectiva “para pedir a todos los fieles de la República su cooperación a tan santa obra”, y la Comisión quedó integrada por el obispo Emeterio Valverde Téllez, Ignacio Valdés-Pino y Díaz, obispo de Aguascalientes y Miguel M. de la Mora, obispo de Zacatecas. Además, declararon que “hacían intención de cumplir con esta obra el voto que hicieron en julio de 1914, de erigir un templo nacional al Sagrado Corazón de Jesús”.
El Santo Padre, conmovido por la fe del pueblo mexicano, instituyó la fiesta de Cristo Rey para la Iglesia Universal, que se celebra el domingo anterior al Adviento.