El Proyecto Policoro es un proyecto orgánico de la Iglesia italiana que intenta dar una respuesta concreta al problema del desempleo en Italia. A través del mismo se pretende afrontar el problema del desempleo juvenil, activando iniciativas de formación para una nueva cultura del trabajo, promoviendo y apoyando el espíritu empresarial de los jóvenes con una óptica de subsidiariedad, solidaridad y legalidad, según los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. El Papa Francisco recibió este sábado 18 de marzo a los jóvenes participantes en este proyecto, que este año tiene como tema la paz.
“La guerra es el fracaso de la política”
En su discurso subrayó que el tema de la paz no puede faltar en la formación sociopolítica, siendo particularmente urgente en la situación actual:
La guerra es el fracaso de la política, esto quiero subrayarlo: la guerra es el fracaso de la política. Se alimenta del veneno que considera al otro como el enemigo. La guerra nos hace ver lo absurdo de la carrera de armamentos y de su utilización para la resolución de conflictos. Un técnico me dijo que si no se produjeran armamentos por un año, terminaría el hambre en el mundo. Por tanto, hace falta una “política mejor”, que presupone precisamente lo que ustedes están haciendo, es decir, la educación para la paz. Esto es responsabilidad de todos. Hacer la guerra, otra guerra: una guerra interior, una guerra sobre sí mismos para trabajar por la paz.
La política “destilada”
Constando que hoy en día por diversas causas – como la corrupción, la ineficacia y el alejamiento de la vida de la gente – la política no goza de buena reputación, Francisco remarcó que son “las personas” las que marcan la diferencia:
Lo vemos en las administraciones locales: una cosa es un alcalde o concejal disponible, y otra, uno inaccesible; una cosa es la política que escucha la realidad, que escucha a los pobres, y otra la que se encierra en palacios. La política ‘destilada’.
Ternura y fecundidad en la política
Seguidamente el Papa presentó dos ejemplos bíblicos, uno negativo – el episodio bíblico del rey Ajab que se apodera de la viña de Nabot -, que representa “la peor clase de política”, aquella que no persigue el bien común sino los intereses particulares; y uno positivo – el de José, hijo de Jacob, que al servicio del faraón no se comporta como un amo, sino como un padre -, que representa el interés por el pueblo, el bien común y la justicia. Ejemplos que, dijo Francisco a los jóvenes, “ayudan a comprender cuál es la espiritualidad que puede alimentar la política”. En particular, el Santo Padre destacó dos aspectos: la ternura y la fecundidad.
La ternura es el amor que se hace cercano y concreto. Es el camino que recorren los hombres y mujeres más valientes y fuertes. En medio de la actividad política, los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen ‘derecho’ a tomar nuestras almas y nuestros corazones. La fecundidad está hecha de compartir, de mirada a largo plazo, de diálogo, de confianza, de comprensión, de escucha, de tiempo dedicado, de respuestas preparadas y no aplazadas. Significa mirar al futuro e invertir en las generaciones venideras; iniciar procesos en lugar de ocupar espacios.
Hacer florecer los sueños
El Papa Francisco concluyó su discurso proponiendo a los jóvenes una serie de preguntas que “todo buen político debería hacerse”:
“¿Cuánto amor he puesto en mi trabajo? ¿En qué he hecho progresar al pueblo? ¿Qué huella he dejado en la vida de la sociedad? ¿Qué vínculos reales he creado? ¿Qué fuerzas positivas he desencadenado? ¿Qué paz social he sembrado? ¿Qué he producido en el lugar que se me ha confiado?”
Antes de agradecerles por su compromiso, les advirtió que su preocupación “no debe ser el consenso electoral o el éxito personal”, sino el “implicar a la gente”, generando un “espíritu emprendedor”, haciendo “florecer los sueños”, para que la gente “sienta la belleza de pertenecer a una comunidad”.
La participación – aseveró Francisco – es el bálsamo en las heridas de la democracia.
Los invito a hacer su aporte, a participar y a invitar a sus coetáneos a hacerlo, siempre con vocación y estilo de servicio. El político es un servidor, cuando el político no es un servidor, es un feo político, no es un político.