El Papa recuerda al sacerdote quemado vivo en Nigeria

Cadáveres quemados vivos, disparos contra la gente, bombas en iglesias, persecución de inocentes. La brutalidad de la violencia adopta formas diferentes en los distintos lugares de África, pero el dolor es uno solo. Francisco lo expresó al final de la audiencia general, diciendo que estaba cerca de las víctimas de los atentados, a menudo de carácter persecutorio, que desde hace meses o días -si no años- hieren el rostro de Nigeria y de la República Democrática del Congo.

Un pensamiento para el sacerdote nigeriano de Minna

En el momento de los saludos, el Pontífice pidió que se rezara con él por el padre Isaac Achi, sacerdote de la diócesis de Minna, en el norte de Nigeria, asesinado en la madrugada del pasado domingo en su casa parroquial por un grupo de bandidos que hirieron por la espalda a su colaborador, el padre Collins, cuando intentaba escapar. Tras asaltar la iglesia católica de San Pedro y San Pablo, en Kafin-Koro, en la región de Paikor, los atacantes, antes de huir cuando llegaron las fuerzas de seguridad, prendieron fuego a la casa, matando al sacerdote.

Cuántos cristianos sufren la violencia en su propia piel: ¡oremos por ellos!  Sobre todos vosotros y sobre vuestras familias invoco la paz del Señor Jesús.

Oraciones por la República Democrática del Congo

La mirada del Papa sigue puesta en África y se traslada a la República Democrática del Congo, que visitará el 30 de enero en una gran peregrinación que también hará escala en Sudán del Sur. El país también ha visto morir a inocentes, el pasado 15 de enero, en un atentado reivindicado por Is en una iglesia pentecostal de Kasindi. Ayer, Francisco había expresado compasión y cercanía a las familias de las víctimas en un telegrama dirigido al reverendo André Bokundoa-bo-Likabe, presidente de la Iglesia de Cristo en el país africano. Hoy, en su saludo a los peregrinos franceses, recordando su próximo viaje apostólico, ha pedido oraciones.

Pidamos a Dios que nos dé un corazón pastoral que sufra y se arriesgue para dar testimonio. No sólo es un honor, sino también un deber llevar la Palabra de Dios a quienes nos han sido confiados y a quienes encontramos en nuestra vida cotidiana.

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