“Mi pensamiento va a Ucrania, no olvidemos a ese pueblo atormentado”, lo dijo el Papa Francisco una vez más al final de la Audiencia general. El Pontífice expresó su preocupación por el país que está en guerra desde hace unos seis meses en el último de sus saludos a los peregrinos presentes en el Aula Pablo VI. Pero también mencionó a los ucranianos en dificultades a causa de la guerra cuando se dirigió a los fieles polacos.
“Muchos ucranianos, recuerda el Papa, han encontrado un hogar acogedor en Polonia y algunos de ellos, subraya, se encuentran estos días entre los miles de peregrinos que ‘caminan hacia el santuario de Jasna Góra, rezando por la paz y la reconciliación en el mundo’. Una oración que Francisco hace suya, uniéndose idealmente a los corazones reunidos o en camino hacia Czestochowa: “Confiemos el destino de Europa y del mundo a la Virgen Negra”.
El recuerdo de esta particular peregrinación no es nada nuevo. Ya hace quince días, el Papa Francisco había recordado la tradición de muchos fieles de ir a pie a Jasna Góra y a otros santuarios marianos en agosto, y les había pedido que ofrecieran las fatigas del viaje “también por la Iglesia, por la paz en el mundo, especialmente en Ucrania”.
El Papa agradece a Polonia la acogida de los refugiados ucranianos
De manera similar, varias veces durante la Audiencia general, el Papa Francisco, en su saludo a los fieles polacos, había aprovechado la oportunidad para agradecer a Polonia la acogida brindada a los numerosos ucranianos que huían de la guerra. El 20 de abril había agradecido la misericordia mostrada “hacia tantos refugiados de Ucrania” que han encontrado “puertas abiertas y corazones generosos” en el país. Y en particular, el miércoles de ceniza, cuando la guerra estaba en sus inicios, el Pontífice había pronunciado palabras de agradecimiento por la generosidad y la solidaridad de los polacos hacia el pueblo ucraniano. “Fueron los primeros en apoyar a Ucrania, abriendo sus fronteras, sus corazones y las puertas de sus casas a los ucranianos que huían de la guerra”, había dicho el Papa, destacando la generosa oferta del pueblo polaco de todo lo necesario para que los refugiados pudieran “vivir con dignidad, a pesar del drama del momento”.