El Papa Francisco al dirigirse a los miembros de la Familia Carismática de Orione y a los Hijos de la Divina Providencia les dijo que, como discípulos misioneros, enviados por la Iglesia son ante todo una identidad apostólica alimentada en la vida fraterna de la comunidad o familia religiosa. Por tanto, es importante cuidar la calidad de vida de las relaciones, de la comunidad. Mirar al mundo de hoy como apóstoles, es decir, con discernimiento, pero con simpatía, sin miedo, sin prejuicios, con valentía; mirarlo como lo mira Dios, sintiendo como propias las penas, las alegrías, las esperanzas de la humanidad:
“Esto ya es apostolado, porque es testimonio. Si hay frialdad entre nosotros, o peor, juicios y chismes, ¿qué apostolado queremos hacer? El testimonio de amor en la comunidad religiosa y en la familia es la confirmación del anuncio del Evangelio, es la “prueba de fuego”. Por favor, nada de chismorreos. El chismorreo es una carcoma, una carcoma corruptora, una carcoma que mata la vida de una comunidad, de una orden religiosa. Nada de chismorreo. Sé que no es fácil, esto de superar el parloteo no es fácil, y algunos me preguntan: “¿Pero cómo se puede hacer?”. Pero, hay una medicina muy buena, muy buena: morderse la lengua. Les hará bien”.
“Una comunidad bella, fuerte -son palabras de Don Orione- y donde hay plena concordia de corazones y paz, no puede sino ser querida, deseable y edificante para todos” (Cartas I, 418). Y también se vuelve atractiva para las nuevas vocaciones”. Les dijo Francisco a la Familia Oriona, en el 150 aniversario del nacimiento de San Luis Orione y al concluir el Capítulo General de los Hijos de la Divina Providencia. Don Orione nació en Pontecurone (Alessandria) el 23 de junio de 1872.
Ser útiles a Dios y a los hombres
A ellos recordó que en la “medida en que la caridad de Cristo arde en ellos”, su presencia y acción se vuelven útiles a Dios y a los hombres, Don Orione decía en sus escritos que la “causa de Cristo y de la Iglesia sólo se sirve de una gran caridad de vida y de obras, la caridad abre los ojos a la fe y calienta los corazones con el amor a Dios. Son necesarias las obras del corazón y la caridad cristiana. Y todos te creerán”. Y en el Capítulo General, les dijo Francisco, pusieron la relación con Dios, el corazón de vuestra identidad, en el centro de vuestra renovación:
“El fuego se alimenta recibiéndolo de Dios a través de una vida de oración, meditación de la Palabra y la gracia de los Sacramentos. El P. Orione era un hombre de acción y contemplación. Por eso exhortó: “Arrojémonos a los pies del Sagrario”, y también: “Arrojémonos a los pies de la cruz”, porque “amar a Dios y amar a los hermanos son dos llamas de un mismo fuego santo” (Cartas II, 397)”.
El ardor apostólico de Don Orione
El tema del Capítulo general de los Hijos de la Divina Providencia, fue, eligiendo una expresión típica del ardor apostólico del P. Orione: “Hagamos la señal de la cruz y arrojémonos confiadamente al fuego de los nuevos tiempos por el bien del pueblo” (Escritos 75, 242). Al respecto, el Papa les pidió que el fuego no se quede sólo en sus hogares y comunidades, u obras, que “los arrojen al fuego de los nuevos tiempos por el bien del pueblo”:
“Esto nos exige mirar el mundo de hoy como apóstoles, es decir, con discernimiento, pero con simpatía, sin miedo, sin prejuicios, con valentía; mirarlo como lo mira Dios, sintiendo como propias las penas, las alegrías, las esperanzas de la humanidad. La palabra guía sigue siendo la de Dios a Moisés: ” He visto la opresión de mi pueblo en Egipto… Y he bajado a librarlos de los egipcios.” (Ex 3,7-8). Debemos ver las miserias de este mundo nuestro como la razón de nuestro apostolado y no como un obstáculo. Vuestro Fundador solía decir: ‘No basta con llorar por la tristeza de los tiempos y de los hombres, y no basta con decir: ¡Oh, Señor! ¡Oh, Señor! No hay que lamentar una época pasada. Sin espíritu triste, sin espíritu cerrado. Avanzar con una laboriosidad serena e imperturbable”. (Escritos 79, 291)”.
Nuevas formas de Misión en nuestro tiempo
El Papa les afirmó que nuestro tiempo “nos pide que nos abramos a nuevas fronteras, que descubramos nuevas formas de misión”. Habló de la Familia Oriona como una “planta única con muchas ramas”, formada por religiosos, religiosas, seglares consagrados y laicos, todos alimentados por el mismo carisma de San Luis Orione. Bendijo con ellos al Señor, que de esa semilla, como dice el Evangelio, afirmó Francisco, ha hecho crecer una gran planta que da cobijo, abrigo y refresco a tantas personas, especialmente a las más necesitadas e infelices.
Les animó a sentir la fuerza del carisma, “el compromiso que requiere ser seguidores y familiares de un gran testigo de la caridad de Cristo; el compromiso de hacer presente, con vuestra vida y vuestra acción, el fuego de esta caridad en el mundo de hoy, marcado por el individualismo y el consumismo, la eficacia y la apariencia”, les dijo:
“Así escribía el P. Orione a principios del siglo XX: “Vivimos en un siglo lleno de escarcha y de muerte en la vida del espíritu; todo encerrado en sí mismo, no se ve más que los placeres, las vanidades y las pasiones y la vida de esta tierra, y nada más”. Y se preguntó: “¿Quién dará vida a esta generación muerta a la vida de Dios, sino el soplo de la caridad de Jesucristo? […] Debemos, pues, pedir a Dios no una chispa de caridad, […] sino un horno de caridad que nos encienda y renueve el mundo frío y helado, con la ayuda y por la gracia que el Señor nos dará” (Escritos 20, 76-77)”.