Estamos nosotros con nuestras “contraseñas” espirituales, las “palabras que tocan el corazón porque se refieren a lo que somos más sensibles”. Y está el diablo, el “tentador”, que “conoce bien estas palabras clave” y toca los nervios en carne viva, tentándonos, hipnotizándonos, engañándonos “con el señuelo” de las carreras, las cualificaciones, las relaciones.
Cosas “bellas pero ilusorias”. Luego está Dios, el único que puede darnos la “confirmación” de nuestro valor: “Nos lo dice cada día desde la cruz: murió por nosotros, para mostrarnos lo valiosos que somos a sus ojos”. En su audiencia general, el Papa Francisco prosiguió con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento y en este primer miércoles de octubre, dirigiéndose a miles de fieles en la Plaza de San Pedro, los invitó a escarbar en el fondo del alma para “conocerse a sí mismos”. Lo que nos hace alegrarnos, lo que nos hace sufrir, lo que nos hace capitular.
Conocerse a sí mismo
“El buen discernimiento también requiere el autoconocimiento. En efecto, implica nuestras facultades humanas: memoria, intelecto, voluntad, afectos”, explicó el Papa.
“A menudo no sabemos discernir porque no nos conocemos lo suficientemente bien a nosotros mismos, y por eso no sabemos lo que realmente queremos”
Es precisamente de este “insuficiente diálogo entre la vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva” de donde surgen “las dudas espirituales y las crisis vocacionales”.
“Han oído muchas veces: “Pero esa persona, ¿por qué no arregla su vida? Nunca supo lo que quería…”. Hay gente que… Y entonces sí, su vida va así, porque tampoco sabe lo que quiere. Sin llegar a ese extremo, pero también nos pasa que no sabemos lo que queremos, no nos conocemos bien”
La tentación de disfrazarse
El Papa citó a este respecto El trigo y la cizaña, de Thomas Green, quien “señaló cómo muchas dificultades en el tema del discernimiento apuntan a problemas de otro tipo, que deben ser reconocidos y explorados”. Así escribe este “autor de la espiritualidad”:
“He llegado a la convicción de que el mayor obstáculo para el verdadero discernimiento (y el verdadero crecimiento en la oración) no es la naturaleza intangible de Dios, sino el hecho de que no nos conocemos suficientemente a nosotros mismos, y ni siquiera queremos conocernos como realmente somos. Casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no sólo ante los demás, sino también cuando nos miramos al espejo”.
“Todos tenemos la tentación de estar enmascarados incluso delante de nosotros mismos”, dijo Francisco. “Olvidar la presencia de Dios en nuestras vidas va de la mano con el hecho de ignorarnos a nosotros mismos – ignorando a Dios e ignorándonos a nosotros – las características de nuestra personalidad y nuestros deseos más profundos”.
Desconectar el “piloto automático”
Conocerse a sí mismo no es difícil, pero es agotador: implica una paciente excavación interior. Requiere la capacidad de parar, de “desconectar el piloto automático”, de tomar conciencia de nuestra forma de hacer las cosas, de los sentimientos que nos habitan, de los pensamientos recurrentes que nos condicionan, muchas veces sin que nos demos cuenta.
También requiere que uno “distinga entre las emociones y las facultades espirituales”. “Siento no es lo mismo que estoy convencido; sentir no es lo mismo que querer”, explicó el Pontífice. Así llegamos a “reconocer que la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad está a veces un poco distorsionada”. Para el Papa, “darse cuenta de esto es una gracia”. De hecho:
“Muchas veces puede ocurrir que convicciones erróneas sobre la realidad, basadas en experiencias pasadas, nos influyan fuertemente, limitando nuestra libertad para jugar por lo que realmente cuenta en nuestra vida”
Las contraseñas espirituales y las manipulaciones del diablo
Francisco profundizó en su reflexión con una metáfora informática, la de las contraseñas, necesarias para entrar en los programas donde se almacena la información personal.
“Incluso la vida espiritual tiene sus contraseñas: hay palabras que tocan el corazón porque se refieren a aquello a lo que somos más sensibles”
El tentador, es decir, el diablo, conoce bien estas palabras clave, y es importante que nosotros también las conozcamos, para no encontrarnos donde no queremos estar.
“La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo cosas desordenadas, presentadas con excesiva importancia. De este modo nos hipnotiza con la atracción que despiertan en nosotros estas cosas, que son bellas pero ilusorias, que no pueden cumplir lo que prometen, dejándonos al final una sensación de vacío y tristeza. Esa sensación de vacío y tristeza es una señal de que hemos “tomado” un camino que no era el correcto, que nos ha desorientado”
“Pueden ser, por ejemplo, un título, una carrera, las relaciones, todas cosas en sí mismas loables, pero hacia las que, si no somos libres, corremos el riesgo de albergar expectativas irreales, como la confirmación de nuestra valía”, advirtió el Papa Francisco. Y agregó hablando espontáneamente:
“Tú, por ejemplo, cuando piensas en un estudio que estás haciendo, ¿piensas en él sólo para promocionarse, para tu propio interés, o también para servir a la comunidad? Ahí se puede ver cuál es la intencionalidad de cada uno de nosotros”
Protegernos de quien nos manipula
Es de esta incomprensión de la que a menudo resulta “el mayor sufrimiento, porque ninguna de esas cosas puede ser la garantía de nuestra dignidad”, observó el Obispo de Roma. “Por eso – dijo – es importante conocernos a nosotros mismos, saber las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de los eslóganes llamativos y superficiales”.
“Muchas veces lo que se dice en un programa de televisión, en algún anuncio que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir por ahí sin libertad. Tengan cuidado con eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o las provocaciones del momento?”
El examen de conciencia
El Obispo de Roma añadió que una ayuda es el examen de conciencia, es decir, “el buen hábito de releer con calma lo que ocurre en nuestro día, aprendiendo a notar en nuestras evaluaciones y elecciones a qué damos más importancia, qué buscamos y por qué, y qué encontramos finalmente”.
Sobre todo, aprender a reconocer lo que sacia el corazón. Porque sólo el Señor puede darnos la confirmación de nuestro valor… No hay obstáculo ni fracaso que pueda impedir su tierno abrazo.