Clausura del centenario de la coronación de la Virgen de la Altagracia

Monseñor Edgar Peña Parra, Sustituto para los Asuntos generales de la Secretaría de Estado y enviado especial del Papa Francisco a la República Dominicana para las celebraciones con motivo del centenario de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia, presidió la Misa de clausura, a las 10 de la mañana hora local, en el Estadio Olímpico Félix Sánchez de Santo Domingo. De este modo se concluyeron las celebraciones por la patrona de esta nación.

Antes de la liturgia eucarística, durante la mañana, el prelado se encontró con las autoridades civiles y religiosas en Puerta del Conde, donde hace exactamente cien años, se llevó a cabo la coronación canónica de la imagen de la Virgen de la Altagracia y colocó a los pies de Nuestra Señora una rosa de oro enviada por el Pontífice quien, de este modo, quiso unirse espiritualmente a los numerosos peregrinos que veneran a la patrona de la República.

Misterio de aquella Mujer llena de gracia

En su homilía, dirigiéndose a todos los hermanos en el Episcopado, al Presidente de la República, autoridades civiles y militares, queridos sacerdotes, consagrados y consagradas, peregrinos y devotos de Nuestra Señora de la Altagracia, monseñor Peña Parra glosó las palabras que san Juan Pablo II pronunció, en 1992, durante la Misa que celebró en el Santuario de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey, en que refiriéndose al “misterio de aquella Mujer, llena de gracia y de bondad”, los dominicanos la honran de generación en generación. Tras destacar que en esta ocasión Su Santidad lo envió a presidir la Santa Misa de clausura de este centenario, agregó:

“Es para mí motivo de inmensa alegría y bendición poder celebrar junto con ustedes esta Eucaristía en honor de nuestra Patrona, Protectora del pueblo dominicano y primera evangelizadora de las Américas”

El más dulce regalo de Dios a los dominicanos

Recordó además que “desde el año 1514, su presencia vigilante y amorosa ha acompañado ininterrumpidamente a los queridos hijos de esta noble nación, haciendo brotar en sus corazones, con la luz y la gracia de su divino Hijo Jesús, la inmensa riqueza de la vida cristiana. Como bien dice este pueblo fiel, la Virgen de la Altagracia es el más dulce regalo de Dios a los dominicanos”.

Abrazo afectuoso con la bendición del Santo Padre

A los queridos hermanos y hermanas, el sustituto de la Secretaría de Estado les hizo “llegar el abrazo afectuoso y la bendición del Santo Padre a todos los Obispos de la República Dominicana”, así como “a los sacerdotes, religiosas, religiosos, a cada uno de los fieles aquí congregados y a cuantos están unidos espiritualmente a nosotros a lo largo y a lo ancho del país”. Y añadió que su saludo y bendición “también se dirige a todas las autoridades civiles y militares presentes”.

“Virgen Santísima, Madre nuestra de la Altagracia, tú eres el regalo más precioso que hemos recibido de Dios. Junto a ti y san José venimos a adorar al Niño Jesús e implorar tu bendición en el centenario de tu coronación”

Estas palabras, explicó el prelado, que forman parte de la oración del Año jubilar por el centenario de su coronación, “son expresión del corazón creyente del pueblo dominicano, que se ha preparado con gran devoción y alegría para celebrar este día de fiesta singular. Con ellas pedimos una bendición muy particular a nuestra Madre en esta solemnidad: estar junto a ella y san José, en adoración”.

Monseñor Peña Parra puso de manifiesto que “la escena representada en el cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia” invita a adorar al Niño Jesús en la humildad del pesebre donde con tanto amor es cuidado por su Madre María y por san José.

“Así podemos afirmar que el cuadro de la Altagracia nos enseña a priorizar el valor de la vida y de la familia. Pidiendo su intercesión tan milagrosa han venido a este mundo numerosos dominicanos, superando muchos impedimentos”

El delegado pontificio recordó que, en la mañana de este lunes 15 de agosto, se decía que en todas las casas de los dominicanos hay una imagen de la Virgen: “Y en aquellas casas que aún no esté, les invito a que llegue a todos los hogares, a todas las familias, a todos los rincones de la República Dominicana”, fue su llamamiento.

Santa misa conclusiva del Año Jubilar Altagraciano presidida por Mons. Edgar Peña Parra

Santa misa conclusiva del Año Jubilar Altagraciano presidida por Mons. Edgar Peña Parra

Defensa y alegato en favor de la vida

En efecto, añadió en su homilía que la imagen “es una defensa y alegato en favor de la vida y de la dignidad de las personas, fueren de la raza y condición que fueren; ya que todos somos hijos del mismo Dios Padre e hijos de María Virgen y Madre; además de hermanos en Jesucristo y la misma carne del Hijo encarnado; como tales, carne de Jesucristo ungida por el mismo Espíritu y templos vivos de la Trinidad para formar un solo Pueblo, una sola Iglesia y una misma historia de salvación querida por Dios para toda la humanidad”.

Al destacar que este cuadro de la Altagracia “es también una defensa al valor de la familia como institución y de los lazos familiares que han sido y son duramente probados, denigrados y marginados”, añadió textualmente:

“Esta imagen así mismo es un símbolo de la familia como Iglesia doméstica, donde se aprenden las primeras lecciones de fe. Como dice el Documento de Santo Domingo, la misión de la familia es ser Iglesia doméstica que acoge, vive, celebra y anuncia la Palabra de Dios, es santuario donde se edifica la santidad y desde donde la Iglesia y el mundo pueden ser santificados”

Peña Parra recordó: “El Papa Francisco, con frecuencia, nos ha confiado, nos ha recordado que él aprendió las primeras oraciones, que aprendió los valores que nunca pasan de moda, en su hogar, de manos de su abuela. Y así sucede en nuestra América Latina todavía hoy: la Iglesia es Iglesia doméstica y la familia es la primera Iglesia”.

De ahí su afirmación de apoyar y defender la familia y sus preciosos y delicados vínculos: hijos, padres, abuelos… “Necesitamos estos vínculos, dijo, para vivir y vivir bien, para hacer la humanidad más fraterna”.

Jóvenes dominicanos: Prepárense para ser los hombres y mujeres del futuro

En este contexto, monseñor Peña Parra invitó a pensar “en los jóvenes, que son el futuro” del país y de la humanidad.

“¡Jóvenes dominicanos!, pido a Nuestra Señora de la Altagracia que les de fortaleza en la fe y que los conduzca a Jesucristo, porque sólo en Él encontrarán respuesta a todas sus inquietudes y anhelos; sólo Él puede apagar la sed de sus corazones”

Exhortó a los jóvenes a no dejarse seducir por lo que pasa, por lo que ahora está y mañana ya no. “En vez de eso, les pidió el Sustituto de la Secretaría de Estado, prepárense para ser los hombres y las mujeres del futuro, del futuro de este bello país”. 

Los países que tienen futuro son los países donde hay jóvenes, los países que tienen futuro son los países donde hay niños, los países donde no hay jóvenes ni hay niños son países muertos, son países acabados, son países de viejos y no porque los viejos no tengamos derechos y no tengamos vida, pero ya estamos viejos. Por eso, el futuro es de los jóvenes”.

El cuadro de la Altagracia, una síntesis del pueblo dominicano

Volviendo su mirada hacia el cuadro de la Altagracia, el representante pontificio consideró que, en él, se ven reflejadas algunas de las mejores características del pueblo dominicano, que “es alegre, que sabe acoger, que da confianza, que es generoso y que no le teme al sacrificio”.

Virgen de la Altagracia, Madre y Protectora del Pueblo dominicano

Virgen de la Altagracia, Madre y Protectora del Pueblo dominicano

El Legado Pontificio para este centenario de la Coronación de la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia concluyó invitando a los queridos hermanos y hermanas a entonar gozosos “junto a María”, el Magníficat, dando gracias al Señor por tantos dones que les ha concedido”.

Y a Ella digámosle: ¡Madre de Dios! ¡Virgen de la Altagracia! Intercede por todos tus hijos e hijas que peregrinan en este país, especialmente por los jóvenes y por los ancianos, por los pobres y por cuantos sufren, protege a los niños por nacer y a todas las familias, y haz que cada persona pueda experimentar el consuelo de tu ternura y de tu amor maternal”.

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